En febrero de 1943, en una parcela agrícola de la localidad de Parangaricutiro, Michoacán, el señor Dionisio Pulido se encontraba trabajando la tierra, cuando de pronto se produjo una fractura por la que empezaron a salir gases, un vapor muy espeso y a fluir lava; era el nacimiento del Paricutín.
En poco tiempo el volcán creció casi 100 metros, la lava seguía fluyendo, pero se tornaba más viscosa; se formaron tapones de lava y el volcán hacía vibrar los alrededores. Empezó a arrojar cenizas que cubrieron los campos y tiraron los techos de las viviendas.
Poco después, la actividad del volcán aumentó con explosiones que
rompieron el cráter y que lanzaron rocas y cenizas volcánicas a gran
distancia. Los pobladores finalmente decidieron abandonar sus tierras y
sus casas.
Más tarde disminuyó la actividad del volcán y sólo
arrojaba nubes de vapor. Así continuó hasta 1945, año en que cesó su
actividad. Su edificio alcanzó más de 600 metros de altura, y los
alrededores quedaron cubiertos por una capa de roca ígnea de 8 a 10
metros de espesor.
No hubo víctimas humanas, ya que hubo suficiente tiempo para que la gente se salvara. Sólo sepultó dos poblados: Paricutín y San Juan Viejo Parangaricutiro. El primero desapareció, y del segundo sólo se puede ver la torre izquierda de la iglesia.
Actualmente la vegetación ha ido surgiendo poco a poco.
No hubo víctimas humanas, ya que hubo suficiente tiempo para que la gente se salvara. Sólo sepultó dos poblados: Paricutín y San Juan Viejo Parangaricutiro. El primero desapareció, y del segundo sólo se puede ver la torre izquierda de la iglesia.
Actualmente la vegetación ha ido surgiendo poco a poco.
Texto:Teresa Ayllon
Fotografías: María Castro
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